Incrédulos tortolitos que se miran sin cesar. Que la risa
los rescate del sinvivir cotidiano. Y que refloten, que resurjan del abismo de
la ausencia. O se hundan para siempre, envolviéndose en fragancias de cariño, abrazados,
para no volver jamás. Que les vaya bien, es todo lo que deseo.
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